Tengo
que confesar, que al levantarme esta mañana y comprobar
que Donald Trump
era el nuevo presidente de Estados Unidos, mi primera reacción ha
sido, llevándome las manos a la cara, tal y como se ve en esta
imagen de la Estatua de la Libertad, decir: "Dios nos pille
confesados".
Pero
luego me he puesto a pensar y me he dicho ¿cómo puede ser que la
que dice ser la primera potencia mundial apueste por un personaje
como éste para que gobierne su país en los próximo cuatros años?
¿Cómo
un hombre que ha hecho de su campaña electoral un espectáculo
esperpentico de principio a fin, descalificando, cuando no insultado
a las mujeres, discriminando a todos aquellos, nacidos o no en su
país, por no ser de su misma raza o profesar su misma religión, se
haya convertido en el máximo representante de su país?
La
respuesta es, sin duda, el miedo.
Ha
apelado al profundo sentimiento del mal entendido patriotismo de sus
conciudadanos, espoleando y exacerbando el odio y el rencor sobre
todo aquello, y aquellos, que no se amolden a su manera de sentir y
de vivir su tipo de vida, y que parece ser el paradigma por el cual
deberíamos regirnos el resto de la humanidad.
Pues
no, Sr. Trump, usted ha llegado hasta aquí valiéndose de su
capacidad para montar espectáculos, utilizando los métodos y medios
a su alcance, y con ello conseguir una mayor audiencia,
convirtiéndose en el protagonista de su propio circo.
Pero
esto no es un circo, ésto es nuestra vida y estoy segura que mucha
gente, después del susto inicial, reflexionará y pasará a la
acción.
Se tiene
miedo cuando se desconoce lo que tenemos enfrente, pero usted, Sr.
Trump, se ha dejado ver y con ello está dando alas y medios, a las
personas, que si quieren un mundo mejor para toda la humanidad, a
ponerse las pilas.
No
podemos seguir quejándonos sin hacer nada. Si continuamos así,
tendremos más de lo mismo, hasta que nos asfixien y entonces ya no
tengamos capacidad de reacción alguna. Los mal poderosos llamados,
que sólo lo anhelan en su propio beneficio, habrán ganado la
batalla.
¿Lo
vamos a permitir? Yo creo que no.
La época
en la que la humanidad se rendía al miedo y al oscurantismo ha
llegado a su fin, y aunque todo se desmorona a nuestro alrededor, no
hay más que ver las noticias de todos los días, hambre, movimientos
migratorios huyendo de la barbarie de las guerras fratricidas, campos
de refugiados en terrenos dejados de la mano del resto del mundo, no
es precisamente un panorama alentador para que pensemos ésto.
Pero una
vez más, hay que ver más allá de lo aparente, el mundo tiene que
cambiar, la humanidad tiene que dejar de sufrir, no es ése nuestro
destino y está en nuestras manos conseguirlo.
Para
cambiar algo, y más si es para conseguir vivir en un mundo mejor,
debemos demoler cuanto antes las viejas estructuras de pensamiento y
de comportamiento, dejar atrás los miedos que otros nos inculcaron
con el único fin de dominarnos y de enriquecerse a nuestra costa.
Más
¿cómo podemos combatirlos si antes no los vemos?
Ahora
que se han hecho visibles, es cuando podemos y tenemos que
combatirlos, dejar la comodidad, la inercia del conformismo, la
ignorancia, el miedo, la ira, el odio y el rencor, coger el toro por
los cuernos, como decimos aquí en España, y hacer nuestra mejor
faena. De las acciones que decidamos llevar de ahora en adelante dependerá, en gran medida, el bienestar de las futuras generaciones.
Estamos
atravesando momentos cruciales, nadie nos dijo que fuera a resultar
fácil, y casi puedo deciros que ¡es ahora o nunca!
Así que
manos a la obra, hay que ponerse a trabajar sin demora, yo quiero un
mundo mejor, sin hambre, odios ni guerras y quiero verlo y
disfrutarlo antes de que me toque partir.
Con amor.
Rosa
Lázaro Alfonso
9/11/2016
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